Hoy, al encender nuestra segunda vela en la Corona de Adviento, el color púrpura nos recuerda que hemos avanzado un paso más en nuestro camino de preparación. El primer domingo se centró en la Vigilancia (la espera del Señor que Viene); este Segundo Domingo, la Iglesia nos llama a la Conversión, preparando activamente el camino para Su llegada.
La atmósfera de Adviento no es una espera pasiva, sino una vigilia llena de trabajo interior.
La Figura Central: San Juan Bautista
La Liturgia de este domingo pone ante nuestros ojos la figura austera y poderosa de San Juan Bautista, el Precursor. Su misión, descrita por el profeta Isaías, era clara:
«Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas.» (Isaías 40:3 / Lucas 3:4)
San Juan Bautista, vestido de piel de camello y alimentándose de langostas y miel silvestre, es el modelo del cristiano en Adviento: desprendido de lo mundano y completamente orientado a Cristo.
El Llamado al Bautismo de Penitencia
El Bautista no vino a halagar, sino a sacudir las conciencias. Su predicación se centraba en un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados. Esto nos enseña que la verdadera preparación para recibir al Niño Dios no puede ser superficial, sino que exige una limpieza profunda del alma.
Enderezar los Caminos del Corazón
El clamor de San Juan es un mapa de ruta para nuestro Adviento interior. La Iglesia nos invita a examinar las «montañas» y los «valles» de nuestra vida:






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